Clase virtual
Este
semestre será un éxito- dijo con la mirada fija en el monitor de la
computadora.
Acomodó su filipina, se puso la toque
blanche y accedió a la sesión de ZOOM. Uno a uno, aparecieron los recuadros
de los alumnos, negros, con el nombre escrito en letras blancas. Esperó algunos
minutos. En cuanto hubo quorum, encendió el audio.
— Bienvenidos
a un nuevo semestre. Reconozco su esfuerzo. Ustedes y yo, como les dije el
semestre pasado, reinventaremos la gastronomía, lo haremos a pesar de la
pandemia… -Hizo una pausa y se regodeó mentalmente con el dramatismo de su
discurso.
Durante las breves vacaciones,
entre copas de vino tinto y litros de tequila, decidió “agarrar al toro por los
cuernos”, como decía su abuela. Él, a
diferencia de otros chefs, no dependía de su restaurante para vivir, tenía un
sueldo decoroso como profesor de un renombrado instituto de gastronomía. En su
fuero interno, no sabía lo que el destino le deparaba a su profesión, pero
tampoco iba a recomendar a sus alumnos matricularse en informática. Compró
cámaras y las conectó, mediante un software, para filmar cada ángulo, espacio,
olla, cuchillo y utensilio dentro de la cocina. Sus alumnos podrían verlo
cortar, freir y aderezar como lo hubieran hecho en las clases presenciales.
Daría la mejor clase de gastronomía en el mundo
Poco a poco, los estudiantes
encendieron sus cámaras. Observó con una mezcla de esperanza y ternura, la
diversidad de cocinas que se abría ante él. Lo más interesante de las clases
virtuales es la apertura a los contextos diversos, las paredes, los cuadros,
las estufas, las ollas despostilladas por el uso…
— Bien,
jóvenes, comencemos nuestra clase de salsas mexicanas… -un par de ladridos
interrumpieron la clase. -Macarrón, shhhh -sentenció mirando al pequeño perro a
su lado. -Disculpen… - los estudiantes sonrieron.
— Como
les decía… -Pero Macarrón ladró con más insistencia - ¿Qué quieres? -dijo como
si el pequeño animal fuera a responderle.
— Hoy
es luna llena, Chef, mi perro también se pone loco- dijo Daniela Miranda, una
de las estudiantes desde la esquina superior derecha de la computadora
— Tal
vez debería dejarlo salir -Dijo Antonio Carbajal desde la parte inferior
central.
— No
se preocupe Chef, lo escuchamos… -Dijeron dos más al mismo tiempo.
— Voy
a ponerlo en otra habitación… permítanme un momento -dijo, tratando de asir la
correa del perro, sin soltar el cuchillo con el que pretendía explicar la forma
correcta de cortar un jitomate.
Gracias a la
disposición exacta de las cámaras, al número de ángulos cubiertos y a la previsión
del Chef de grabar cada clase, los agentes de policía pudieron constatar que no
se trató de un homicidio sino de un terrible accidente. El chef se enredó con
la correa de Macarrón y ante la mirada muda de los estudiantes, cayó sobre el
cuchillo perfectamente afilado. Lo último que los futuros chefs vieron, fue un
gran charco de sangre desde todos y cada uno de los ángulos de las numerosas
cámaras.
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