Tolerancia: un freno para la sociedad del siglo XXI

Ser tolerante, no es otra cosa que ser un intolerante moderado o, dicho de otra manera "políticamente correcto". Tolerar significa, aceptar que es inevitable que vivamos juntos, que los otros y nosotros estemos mezclados compartiendo un espacio, un territorio, una política  y una legislación. Aceptar que así se vive hoy porque entre los desplazados por la violencia o la pobreza, los que trabajan moviéndose entre compañías globales y los turistas, lo cierto es que ahora, no hay territorio alguno que nos pertenezca (y me refiero a cualquier grupo) porque el "nosotros" siempre significa una mirada propia, en ese sentido, todos cabemos en algún "nosotros" y en muchos "otros".

En este contexto, tolerar no es otra cosa que evitar a toda costa el conflicto frontal y directo, resistir por el bien común, el problema con la Tolerancia es que pende de un delgado hilo y basta cualquier acción para que alguien derrumbe este ficticio equilibrio y entonces sí, se desate la violencia. La Tolerancia maquilla el odio, la incomprensión y la secreta convicción de que "nosotros" somos mejores que los "otros" quienes también están a su vez convencidos de lo contrario. Basta con ver la disposición en barrios en las ciudades de Estados Unidos o la composición étnica de las colonias y fraccionamientos en las grandes ciudades mexicanas. Así, nos agrupamos por origen étnico, por nivel socio económico y hasta por forma de pensar y no es sólo porque nos sintamos más cómodos entre personas similares. En nuestros pequeños cotos o guetos, estamos seguros, nuestra conciencia se convence a sí misma que esa callada y cómoda paz de la que gozamos, es porque nosotros sí, somos "buenas" personas. Racistas, elitistas y fundamentalistas otros, nosotros, en nuestras pequeñas islas o paraísos puros, estamos a salvo. Pero se nos olvida que el ejercicio diario de la Tolerancia va creando hondos resentimientos, nadie puede resistir por siempre y más temprano que tarde, acabamos por explotar porque tolerar no significa entender. 

Debemos necesariamente dejar de tolerar para convertirnos en  "seres humanos" sin etiquetas. Tenemos que ser capaces de crear una verdadera sociedad inter y multicultural, en la que nadie tolere porque todos sepamos que existimos con la conciencia de ser uno y otro al mismo tiempo, propio y extraño a la vez, con la posibilidad de asumirnos como "nosotros" con la humanidad entera. En donde el credo, la tradición, el idioma, el nivel socio económico o la educación, no sean sino meros accidentes como el color de los zapatos, los pantalones o el lápiz labial.

La verdadera educación para la sociedad del siglo XXI tiene menos que ver con la calidad educativa en términos de contenido o empleo de la tecnología y mucho más con la conciencia de la interculturalidad, si esto fuera lo que se evaluara a nivel global para determinar el nivel educativo de los países, no habría uno sólo que aprobara. Las escuelas privadas son un semillero de intolerantes bilingües e incluso políglotas, las públicas lo son de intolerantes nacionalistas, el caso es que nadie está preparando a los hombres y mujeres que el mundo necesita. 

Más que educar en valores, tenemos que aprender a educar sin etiquetas, sin esta necesidad primitiva de fabricar enemigos para unir fuerzas, de estar afirmando y refirmando identidades que nos aglutinen frente a los "otros", es tiempo de que nuestro único frente común lo constituya nuestra compartida humanidad, ésa es la verdadera riqueza cultural, lo que es nuestro. La educación para el Siglo XXI y para hoy más que enseñarnos una o muchas lenguas, tendrá que enseñarnos que somos seres humanos y en tanto tales idénticos en derechos y posibilidades a todos y cada uno de los millones de seres humanos del planeta, cada diferencia con la que me encuentre en el otro, en realidad es la oportunidad de enriquecer mi propio conocimiento de mí mismo, cada diferencia, en realidad enriquece mi propia humanidad. Mientras no sepamos esto, estaremos ostentando títulos y grados obsoletos para las necesidades de la sociedad actual y seremos a nuestro pesar analfabetas funcionales. 

No podemos hablar de calidad educativa mientras sigamos apostando por una educación en la tolerancia y no para la interculturalidad. 




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