Educar en valores para el siglo XXI
La educación debe ser un factor de movilidad social, sin
embargo, en el estado actual de la educación en México, lo que hace es
acrecentar la brecha que separa los distintos estratos y condiciones sociales,
de tal manera que la educación en lugar de promover la movilidad social y el
tránsito de las personas hacia una vida digna, las margina limitando su
desarrollo y perpetuando su condición de pobreza. Mientras hay sectores de la
población en zonas urbanas cuyos estándares de calidad pueden competir con la
educación de los países situados en la punta del desarrollo, existen otros, la
mayoría, cuya condición es tan deplorable que el tránsito por la escuela,
incluso al concluir la primaria, no asegura al individuo las competencias
básicas para acceder al ciclo siguiente.
Para hablar de
educación en México, y pienso ahora en cualquier país, hay que tener en cuenta
las grandes diferencias entre las entidades federativas, pero también entre las
zonas rurales y urbanas de un mismo estado. La sociodiversidad se ha
transformado drásticamente en nuestras sociedades, tanto por el reconocimiento
de la composición étnica como por la
movilidad propia de la globalización, el surgimiento de nuevas identidades, la
conformación de comunidades o sociedades virtuales, lo cual hace altamente
complejo el análisis de un sistema educativo que, en la práctica se traduce en
varios subsistemas con características específicas y problemáticas particulares.
Cuando hablamos de
diversidad cultural, particularmente en Mèxico pensamos en las diferentes
etnias indígenas, las cuales suman más de 62 lenguas, tradiciones y formas de
percibir el mundo. Esto sólo es parte de la diversidad cultural de nuestro
país. En países como Estados Unidos ha habido un gran esfuerzo para que las
diferentes identidades étnicas y nacionales de las cuales se compone la
población, estén presentes dentro del proceso educativo: desde la presencia de
niños afroamericanos, orientales o latinos en las ilustraciones de los libros
de texto, programas de televisión, material didáctico, hasta la forma en que en
muchas escuelas la interculturalidad se asume como un hecho natural.
En
México, la multiculturalidad se intenta homogeneizar y esconder bajo una
igualdad que deteriora la identidad y obstaculiza en muchos casos el desarrollo
de los individuos y el tránsito del país hacia una sociedad,
incluyente e intercultural. Aparte de las 62 etnias mencionadas, en varias ciudades
hay comunidades importantes de otras nacionalidades y culturas como chinos,
japoneses, judíos, libaneses, españoles, exiliados que huyeron de las
dictaduras del cono sur o de las guerrillas centroamericanas y se establecieron
permanentemente en México, alemanes, franceses, estadounidenses, menonitas,
además de todos los migrantes de Centro y Sudamérica que atraviesan nuestro
país con la esperanza de llegar a Estados Unidos y, al menos hasta hace poco no
tenían ninguna garantía educativa en
nuestro territorio.
La globalización se traduce en una pérdida de
la identidad propia y en una lucha por competir laboralmente con una formación
que nos condena al fracaso desde el principio.
La
educación debe tener el objetivo de preparar al individuo para la sociedad,
proporcionarle la capacidad de interactuar con su entorno y desarrollar en él
las capacidades necesarias para ser feliz y tener una vida digna dentro de su
propia sociedad.
En
este sentido, la educación no sólo debe orientarse a la calidad educativa, que
debe seguir siendo un punto central, sino también hacia la formación de individuos
que posean dentro de sí mismos los valores necesarios para afrontar los nuevos
retos. Esto plantea la necesidad de que los valores sean abordados en la
escuela como herramientas que posibiliten la inserción de los jóvenes y niños
en el mundo globalizado, hoy más que nunca resulta indispensable educar en el
respeto, la solidaridad, la honestidad, la igualdad, la equidad,
la responsabilidad y la capacidad de diálogo, sin embargo, tradicionalmente la formación en
valores se ha dado al interior del seno familiar, en el espacio de lo privado y
por lo tanto vinculado a las creencias, tradiciones y cultura de los padres, lo
cual nos plantea ahora importantes interrogantes: ¿cómo debe educar la escuela?
¿qué modelo cultural, social y axiológico debe privilegiar?
Los valores, entonces,
aunque sean universales en el sentido en que existen en todas las culturas, son
jerarquizados y definidos de manera distinta por cada una de ellas, esta
clasificación obedece a la visión de futuro que cada una elabora. Los valores
se plantean siempre para una sociedad futura y responden a la pregunta ¿en qué
sociedad queremos vivir?
Desde esta perspectiva, la educación en valores no debe ser planteada
como una recuperación de los valores “tradicionales” sino como una evolución
hacia sociedades más justas y plenas que verdaderamente velen por el desarrollo
integral de los individuos que las forman. Evidentemente hay cosas rescatables
de nuestro pasado pero tomando lo mejor de él, debemos desarrollar una
educación en valores acorde a los avances éticos y morales de nuestras
sociedades. No podemos hablar de retroceso moral cuando: repudiamos la
esclavitud, respetamos y reconocemos la interculturalidad, promovemos la
igualdad entre hombres y mujeres, reconocemos los derechos de los niños y las
niñas, estamos dispuestos a luchar por el derecho a creer en diferentes cosas y
a pensar de manera libre. Ninguna de las sociedades del pasado creyó y promulgó
estos valores como lo hacemos nosotros, como lo hacen nuestras sociedades.
Nos quejamos de la
desintegración familiar, pero sabemos, incluso desde el punto de vista de la
investigación académica seria que un niño es mucho más afectado cuando vive
dentro de un entorno de violencia, que cuando lo hace dentro de un ambiente
seguro y armónico, independientemente de si se trata de una familia con mamá y
papá o una con un solo jefe o jefa de familia. No todo cambio en la
constitución de la familia representa un deterioro, el reconocimiento de la
violencia intrafamiliar marcó el primer paso de la verdadera reconstrucción de
la familia, aunque ello suponga en muchos casos la reorganización familiar, no
se trata pues de volver al pasado, sino de mejorar el presente para tener un
mejor futuro.
La educación en valores es una necesidad actual,
definida por la evolución moral de las sociedades presentes, a la que deben
incorporarse los planteamientos modernos. Somos esencialmente mejores personas
que antes, ¿por qué no entonces nutrir con ello nuestros ideales para unas
mejores sociedades futuras?
La educación en valores, debe necesariamente preparar
al individuo para tomar sus propias decisiones, para desarrollar lo que Piaget
denominó la Moral Autónoma. Por lo tanto, será más importante desarrollar su
pensamiento crítico, su autoestima y las noción de responsabilidad personal que
elaborar un catálogo de valores para que los recite de memoria. El valor sin
acción no tiene sentido. Educar en valores hoy, supone educar para el respeto,
la empatía, la tolerancia y la responsabilidad. No podemos poner un freno a la
inmediatez de la época actual, lo que sí podemos hacer es darles a los chicos
las herramientas necesarias para tomar decisiones propias pensando en las
consecuencias de sus actos a corto, mediano o largo plazo. Darles oportunidad
de vivir su época y sobrevivirla para que contribuyan a conformar un mejor país
y un mejor mundo.
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