En memoria de un gran hombre y mejor padre
Mi papá creía en México, estaba
orgulloso de ser mexicano. Cuando fue Juez de Distrito en Mexicali, se negó a
que estudiáramos la primaria en Estados Unidos porque “no quería que sus hijos
saludaran otra bandera que no fuera la mexicana”. Nos enseñó a ponernos de pie
al escuchar el Himno Nacional sin importar si estábamos en el estadio, en un
acto oficial o en la sala de la casa.
Mi papá además
de abogado y ministro de la Suprema Corte de Justicia fue un gran hombre, un
hombre convencido de que luchar por la justicia le daba sentido a la
existencia. Fue un intelectual, apasionado lector de todo cuanto caía en sus
manos, un hombre de familia, un papá justo aunque como él mismo decía: no era
un papá barco sino transatlántico”.
Amaba el
derecho, la psicología, la filosofía, el periodismo, la literatura, contemplar
el jardín, discutir, hacer chistes y ver películas pésimas.
Mi papá nos
enseñó, no sólo a mis hermanos y a mí, sino a todos aquellos que de alguna
forma estuvieron cerca de él, que el ser humano es lo más maravilloso que
existe y que por lo mismo es el único que puede decidir sobre sí mismo. Podía
estar o no estar de acuerdo con nuestras decisiones pero moría por nuestra
libertad para tomarlas. Fue un hombre congruente con sus creencias, íntegro y honesto.
Creo que la
división entre familia y amigos, en el caso de mi papá, no tiene sentido,
porque fue un hombre de grandes amores: mi mamá, sus hijos, sus nietos, sus
hermanos y hermanas, pero de igual manera sus amigos, sus alumnos y alumnas,
muchos de los que después se convirtieron en sus colaboradores. Compartía su
corazón con todas aquellas personas a las que admiraba. Cuando me platicaba de
alguien con quien había comido o por alguna razón se había reunido, siempre
comentaba sobre alguna cualidad que le admiraba, siempre encontraba lo mejor de
cada persona.
Era capaz de
discutir acaloradamente sobre una idea, enojarse y hacer aspavientos para luego
decir “estuvo muy padre la conversación” y seguir como si nada. Era mi papá
pero también mi ejemplo, mi amigo, mi maestro. Todos somos afortunados porque
encontrarse con un ser humano como él es un privilegio pero también un compromiso, no hay
pretexto, sabemos que se puede luchar por los ideales sin corromper la
conciencia, que el comportamiento ético no sólo es posible sino necesario para
lograr un cambio en el país, que ser patriota en nuestros días significa
transformar el discurso en acción y que no existe un hombre o una mujer
sacrificable en aras de un proyecto puesto que el único proyecto posible es el
que pone al ser humano individual en el centro absoluto de la acción. Sabemos
que es difícil y que en el camino encontraremos obstáculos y detractores, que
es más fácil caminar con la corriente para evitar la oposición pero tenemos su
ejemplo, se puede luchar por un México mejor, plural e incluyente en el que
cada individuo sea cual fuere su credo o preferencia sea respetado y escuchado sin
sacrificar la integridad.
Sus hijos, sus
alumnos, alumnas, colaboradores y amigos no tenemos pretexto ni podremos jamás
decir que no se puede, así que nos queda la responsabilidad de seguir luchando
por un México justo e incluyente, tal como él nos lo mostró.
Y quiero dejar una frase que él me dijo siempre
“Las grandes vidas son sueños de juventud realizados en edad
adulta”
La naturaleza formal del desencanto
Yolanda Gudiño Cicero
Si te escribiera un libroquizá lo llamaría: La naturaleza formal del desencantotu libro no vencería la muertecomo tú no lo hicisteno pretendería revelar grandes verdadesni despejar pequeñas dudascontroversia tras controversiapágina tras páginaconstruyéndose y deconstruyéndosede lo formal a lo materialde lo uno a lo múltipleembelesado con el misterio cuestionablede la propia concienciade la razón al sentimientode lo divino a lo profanocon la única certeza que otorganlas preguntas sin respuesta.Tu libro traería el caos de lo posibleal orden inamovible de lo imposiblequizá la respuesta y la preguntacompartan lo mismo sustancia que accidente.SíSi te escribiera un libro lo llamaríaLa naturaleza formal del desencanto
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