A los 40

A los 40
Yolanda Gudiño Cicero

A los cuarenta 
 se ha superado la muerte irremediable
 de la abuela, del padre, del amigo 
que no la cicatriz perpetua de su ausencia. 

 Al fin se vislumbran las fronteras 
 entre camaradas y adversarios 
entre el afecto y el mentiroso juego del chantaje.

 La soledad es un testigo insosegable 
un mudo centinela del apego
 a una memoria ya distante. 

 A los cuarenta 
 lo posible y lo probable 
 se han hecho tantas veces 
 y aún queda más por construir
 ya libre del polvo del prejuicio 
orientar la acción a lo imposible 
el único camino. 

 El alma se sacude de miradas 
 la fe se vuelve más robusta 
limpia de dogma y fanatismo. 

 A los cuarenta 
hay voces que llaman en lo oscuro
 desde rincones insospechados del silencio 
se puede dar la espalda o ir de frente… 
se descubren recovecos escondidos
 aún volviendo sobre los propios pasos. 

Y aún nos queda callada la pregunta 
¿Me conformé con la edad de mis batallas 
o las peleo desde frentes más serenos?

 A los cuarenta 
el equilibrio perfecto se sostiene 
en el encuentro frontal de los contrarios 
la vejez que el número evoca 
 contra la juventud de cada carcajada
 el cansancio de tanta historia a cuestas 
contra el vigor de los sueños por cumplir 
un pasado de tumbos y esfuerzo 
contra el futuro de logros cosechados.

 A los cuarenta
 la labor de equilibrista se perfecciona
 y a riesgo de caer al precipicio
 avanzamos seguros al olvido. 

 A los cuarenta
 la verdad ni insulta ni provoca
 hemos estado equivocados tantas veces 
las mismas quizá que en lo correcto. 

 A los cuarenta 
al fin hemos podido callar 
para escuchar las voces nuevas
 tenemos aún tanto que aprender 
quizá más ahora, 
que hay menos prisa por probar 
que merecemos un lugar y una voz entre la historia. 

 A los cuarenta 
acepté que no encajar 
es la identidad que tanto busqué en la adolescencia
 que soy un proyecto en construcción 
 tantas teorías se han hecho polvo entre mis manos 
tantas más se han construido en los escombros.

 A los cuarenta 
 se que vendrán aún muchas otras 
y quizá, ninguna verdadera.

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