Viajar a lugares de la infancia


Viajar es algo cotidiano. Nos movemos, irremediablemente nos movemos, incluso cuando estamos quietos, la mente se fuga a cualquier parte, a los lugares del pasado, a los olores que archiva la memoria, a un presente alterno, a futuros posibles o ilusorios. 

Lo bueno de haber vivido en tantos lugares, es que el pasado me ofrece un sin número de sitios para encallar la mirada cualquier día de lluvia, de mucho tráfico o de largas antesalas. A veces me fugo a Mexicali, una ciudad maravillosa pero con un encanto que quizá sólo los cachanillas pueden percibir, para los otros, para los de fuera, según me han dicho, es demasiado caliente, árida... Quizá el error de llegar a cualquier sitio, sea hacerlo con las maletas llenas de recuerdos y la boca de palabras. En mi experiencia, lo que más funciona es llegar en silencio, sin decir de dónde vienes, dedicarte a la observación acusiosa del entorno y así, poco a poco, te va quedando claro que no hay mejor lugar que aquel que estás pisando, comienzas si no a compartir la identidad de todos los locales, sí la de un agradecido hijo adoptivo. 

Llegué a Mexicali a finales de los 70, poco antes de cumplir seis años. Recuerdo el calor y la sensación del asfalto chicloso bajo las suelas, podías enterrar una corcholata en el pavimento de la calle los días de verano.  Me acostumbré a jugar con poca ropa y sin zapatos, a mojarme de cuando en cuando con la manguera mientras bebía limonada con sal o naranjas con saladitos incrustados. Todas las mamás sabían curar una insolación, quitar aguates y matar víboras. 

Aprendí a jamás meter la mano dentro de la boca de los caballitos de monedas del super, pues ahí anidan las coralillos y viudas negras.  Comí la mejor comida china que he probado. Mi lenguaje se enrriqueció con términos que no he vuelto a usar como apushar, mapear, parkear o hacer quequitos con frosting. Me encantaban las tormentas eléctricas que, desde la rumorosa, pintaban el cielo de telarañas luminosas, sin gota de lluvia, sin sonido, como si alguien dibujara estelas de luz en el firmamento...

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