El Extranjerismo

¿Qué pasará mañana con esta sociedad tan llena de extranjeros? Y no hablo con una suerte de "desprecio" por aquellos que vienen de fuera, otro país, por ejemplo. Esta es la primera pregunta que vino a mi mente al leer el artículo de Georg Simmel El extranjero. Simmel no habla de quienes vienen de fuera y parten, sino de aquellos que vienen y se quedan con el perpetuo sentimiento, no de la partida sino de la "no pertenenecia". Al minuto siguiente de haberme planteado la pregunta, tuve que reformularla. ¿Qué pasará mañana? ¿Con las sociedades? ¡Al diablo las sociedades! ¡Al diablo la idea de analizar al otro desde, digámoslo así, la comodidad absurda de la otredad! Yo, soy ese extranjero. 

A medida que iba deslizando mi vista por las páginas, razón y sentimiento se unían en una mezcla rara de análisis con pasión.  Este tipo de extranjeros hemos habido siempre, quizá la globalización y esta conciencia de estar construyendo seres humanos con identidades efímeras, es lo nuevo. Quizá ahora hay más teorías eucativas y psicológicas, quizá, al haber roto los paradigmas de análisis anteriores, no nos ha quedado sino voltear la vista a las personas, o más bien, a la persona, así, en singular, a mí, a ti... 

Algo ha cambiado, sí, mis antepasados cobijaban el desarraigo con la idea de la "patria", si no tenemos cuna, si la hemos olvidado, si fuimos forzados a deambular en busca de trabajo, sueños, matrimonios, en fin, por culquier cosa que se emprenda alguna senda, ahí, estaba la patria, nuestro himno, la bandera y en nuestro caso "La Vírgen de Guadalupe" y si no preguntemos por la supervivencia de nuestros migrantes alrededor del mundo...

Y es que cuando la patria o la idea de patria o su concepto se desvanecen como ideas traídas de otro siglo o quizá de un apolillado libro de texto, entonces los extranjeros se multiplican, nos multiplicamos. 

La idea o el concepto del extrajero para Simmel, supone necesariamente la unión de lo próximo con lo lejano, así, el extranjero mora en nuestro ámbito de acción, es parte, una parte distinta cuya función es acercar lo lejano, hacerlo próximo... Pero en este análisis, Simmel está nuevamente analizando al otro de acuerdo con su función para la construcción del yo. En el caso del extranjero, este no se constituye en tal a partir de la mirada o la definición del otro, sino también de su propia mirada. Un extranjero es tal para los locales pero también para sí mismo, lo reconozca o no, es decir, la idea de ser extranjero puede estar oculta para el propio extranjero, sin que por ello deje de marcarlo.

Durante años, me burlé del regionalismo, ser de aquí o de allá, pensaba, es exactamente lo mismo, sobre todo si este deambular errante se daba dentro de la seguridad cómoda de la llamada "Patria". Si eres mexicano, qué más da ser del norte o del sur. Mi amor a la tierra tenía sólo tres colores, una letra y una música que me hacían ciudadana si no del mundo, sí de México. ¿De verdad? No, pero esto no lo tuve claro hasta que, tras 31 años de ir de aquí para allá, cambiando de escuelas, casas, amigos, modismos y gustos, volví al D.F., donde nací. Entonces, supe con certeza, lo que la palabra "casa" significa. La conciencia del entorno, o del retorno es algo que excede mi comprensión y mi análisis. mis padres no me educaron para la melancolía característica del exilio, la conciencia de la eterna partida que me disgustó tanto, sobre todo en la adolescencia, fue mi realidad. Tuve 4 casas distintas antes de cumplir 5 años y después viví en 6 estados, 8 ciudades y 21 casas más. 

Todos los días escucho gente que habla sobre este nuevo "valor empresarial" denominado "adapatación al cambio" hablando del extranjero y el de la "tolerancia" hablando del local, en cuyo caso esto no supone sino darle tiempo al recén llegado para establecerse y mimetizarse con las costumbres del entorno, el extranjero entonces, tendrá que demostrar su capacidad de adaptación haciéndolo en el menor tiempo posible.

El extranjero común, es decir, aquel que migra de un país a otro, tiene la posibilidad de crear pequeñas islas propias con otros de la misa naionalidad y el mismo idioma, podrá, junto a ellos, establecer rituales, festejos y lenguajes que le recuerden aunque sea vagamente su identidad primera y, al mismo tiempo, le creen una propia en el exilio. Los otros, los que jamás podremos hacer esto, somos los otros extranjeros, los de siempre, los que migramos del terruño sin la conciencia de estar fuera de lo propio, los que ni siquiera tendremos el consuelo del análisis y el problema enunciado para definir nuestra realidad. Los que jamás nos nombraremos extranjeros, ni podremos construir identidades sólidas puesto que, incluso la conciencia de ser otro nos está negada. 

Mi papá se reunía de vez en vez, con un grupo autodenominado "Tapatíos en el exilio", gente de Guadalajara forzada por distintas razones a vivir en el D.F. No quiero ni imaginar a cuántos grupos sociales debí haber pertenecido... Desde esta perspectiva, lo que hoy somos, en lo individual y en lo colectivo, se construyó a partir del sentimiento del perpetuo extranjerismo, por lo que quizá lo que debería constituir un análisis distinto al propio, es decir, hablar de la otredad o del extranjero, debería ser hablar de aquellos que nunca se han movido, los de aquí, los de siempre, los que se autonombran casi como especies endémicas de las regiones, estados, ciudades y colonias, hacia ellos deberíamos voltear nuestra mirada perpleja. Somos el fruto de aquellos que, desde la misma patria se reordenaron buscando un mejor trabajo, una mejor vida, una nueva carrera... Mi abuelo paterno era de Michoacán y se estableció en Jalisco, mi papá era de Autlán y se volvió un Tapatío orgulloso. Mi tatarabuelo materno era Yucateco... Quizá, el ser extranjero no es un síntoma de la época que corre, sino la característica de un ser, que, contranatura, se define a sí mismo como "sedentario".

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