De solteros, tumbas y cenotafios

El fin de semana pasado, venciendo toda cantidad de prejuicios, me uní a un grupo de solteros y solteras que se reúnen de vez en vez a pasear a pie por la ciudad. La cita: el Panteón de San Fernando, uno de los más antiguos de la ciudad, ubicado cerca del metro Hidalgo. 

Sí, un panteón, un lugar algo inusual y macabro para conocer solteros... Pero, si lo que quería era algo diferente, esto cumplía perfectamente con el perfil, un domingo recorriendo pasillos húmedos flanqueados por tumbas e inscripciones, al lado de solteros y solteras, que a fuerza de reafirmar su identidad en soledad buscan exorcisar  el fantasma del abandono (como dice el Imaginante de Keret) 

Los panteones siempre tienen un aire lúgubre, una oscuridad que proviene más de las tumbas, que de la iluminación con la que cuentan. Están envueltos en el silencio de sus habitantes y en el recogimiento e intriga de quienes los visitamos. No importa que haya varios tours guiados al día y un puñado de hombres y mujeres que le explican a uno con detalle la vida, obra y últimos días de los personajes ilustres que yacen bajo esta tierra. Sigue siendo un panteón, no un museo. En él, la historia, nuestra historia cobra fuerza, se nos vuelve cercana, nos congraciamos íntimamente con los liberales y los conservadores que nos dieron patria, con los héroes de las batallas que estudiamos en los libros de texto. Nos asaltan las vicisitudes de aquellos hombres y mujeres tantas veces exiliados. Los héroes se nos vuelven hombres y somos capaces de hacer que compartan el pedestal con sus esposas e hijos, con los amigos clandestinos, los amores ocultos, sus madres y sus padres. 

Recorriendo el panteón aprendí también una palabra maravillosa "Cenotafio", que significa tumba vacía,  puede ser lo mismo una tumba que algún día tuvo un cadáver o una que siempre estuvo vacía, quizá como un recordatorio de una pasión secreta, como la que reza en la lápida "Isadora Duncan". Me queda la duda si fue coincidencia o de pronto todos estos solteros abriéndose paso entre cenotafios no son sino una gran metáfora de un malestar que sólo es un recuerdo adormecido dentro de un cuerpo vacío.

Cenotafio es una gran palabra, lo mismo que la idea de asumir la soltería con esta mirada plena y libre, desde la que habré de recorrer los caminos de mi ciudad. Porque estoy convencida que la mirada del soltero que deambula en soledad, es la única auténticamente propia, pues no tiene sino sus pensamientos para procesar las impresiones de cada paso.


Café

          Yolanda Gudiño Cicero

Rasga la noche 
con un sutil desvelo 
de cenotafios






Comentarios

Entradas populares